Trabajo en equipo: Cómo impulsar la productividad e innovación en tu empresa
- Carlos Estrada
- 11 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 16 mar
¿Has pensado qué harías si un familiar muy cercano tuyo estuviese en estado terminal? ¿Has pensado qué quisiera él que tú hicieras? ¿Has reflexionado sobre la forma como te gustaría que te apoyaran? Entre muchas situaciones de la vida, esta es una realidad que a muchos nos tocará vivir, lo digo con conocimiento porque ya pasé por ella. Sin embargo, mi reflexión hoy no está relacionada con mi historia personal, sino con una situación que viví en mi trayectoria profesional y que afianzó aún más mi forma de pensar.
Hace unos años, mucho antes de la pandemia del COVID-19, gerenciando una empresa, tuve la fortuna de trabajar con una gran persona y profesional, alguien que con su capacidad, esfuerzo y dedicación de varios años había logrado crecer y desarrollarse en la compañía alcanzando una posición de dirección.
Desafortunadamente, toda esa satisfacción profesional también vino acompañada, como siempre pasa, de situaciones de vida complejas, su esposo entró en estado terminal de un cáncer que lo afectó durante varios años, su condición empeoró y tanto las atenciones requeridas, como el cuidado de sus hijos, hacía que el momento fuese aún más complejo, sin contar la tristeza que embarga tal situación. Al enterarme de la triste situación, tuvimos varias conversaciones, yo entendía que no podía hacer nada, sinceramente, hubiese querido tener la fórmula mágica para solucionar el problema y evitar el sufrimiento, pero no la tenía, nadie la tiene. Lo único que podía hacer era darle la oportunidad que ella estableciera las prioridades de su vida y decidiera que quería hacer con el tiempo que le restaba de vida a su esposo. Así que le di mi apoyo incondicional, le invité a que estuviera el tiempo que quisiera con su esposo, que trabajará desde casa cuando tuviese la fuerza para hacerlo, que entre su equipo y yo manejaríamos los temas y que trataría de no llamarla salvo alguna situación urgente o crítica. Pasaron alrededor de dos meses hasta que sucedió lo que tenía que suceder, fue un acontecimiento muy triste, pero imposible de evitar.
Durante ese tiempo, respeté mi compromiso, respeté que ella manejara su tiempo sin ninguna condición o regla, el negocio nunca se vio afectado, los resultados no se impactaron, su equipo avanzó y la empresa no perdió nada. Lo que sí pasó fue que fuimos fieles a nuestro valor de “cuidar a las personas”, de tratarlas como seres humanos y no como un número más, de hacerlas sentir como parte de una “familia” y no como un simple miembro del grupo. Dejamos de escudarnos como empresa en nuestros derechos laborales legales y antepusimos al ser. La empresa no perdió, por el contrario, ganó un empleado incondicional, aquel que hará lo necesario, dentro de las posibilidades, por representarla de la mejor manera posible, porque su lealtad se vio fortalecida con la simple muestra de solidaridad y cuidado. Pienso firmemente que a esto es a lo que se refiere Richard Branson cuando dice “Cuida a tus empleados y ellos cuidarán de tu negocio”
Desafortunadamente, en mi experiencia trabajando con varias empresas en programas de liderazgo y mentorías, he encontrado que muchas veces se despliegan valores encaminados a cuidar a las personas, enmarcados de diversas maneras, utilizando diferentes palabras o frases, pero estos solo se quedan plasmados en las políticas y procedimientos y algunas veces solo en la manifestación oficial de valores corporativos. Lo digo porque a la hora de hacer cumplir estas premisas, se nos olvida que somos nosotros, los líderes, quienes hacemos o no que se cumplan.
¿De qué me sirve liderar de manera humana?
Liderar de manera humana es fundamental, no solo porque parte de la esencia de lo que es el liderazgo, es decir el servicio a las personas, sino porque al hacerlo demostramos nuestra verdadera benevolencia, ese interés genuino por el otro, lo que fortalece la confianza, aumenta el compromiso al propósito y además permite que apoyemos el desarrollo del cien por ciento del potencial de las personas, que es, al final, nuestra principal función.
Es irónico que se hable de que en las empresas nadie es indispensable, lo cual es válido, porque un equipo es mucho más que sus miembros, el talento es importante, pero no es el único elemento. La pregunta que me hago es, si realmente creemos eso, entonces, ¿por qué insistimos en hacer a las personas indispensables cuando pasan por situaciones personales complejas? ¿No sería ese el momento apropiado para brindarles apoyo incondicional y mostrarles que nos interesa más su bienestar que los días, semanas o meses de trabajo, al final insignificantes en la vida de la empresa?
¿Qué debo hacer como un buen líder?
Como líderes debemos entender que trabajamos con seres humanos, esa es la consideración que le da sentido a la palabra. La vida de las personas, como decía George Carlin, comediante americano, “no se mide por las veces que uno respira, sino por los momentos que nos quitan el aliento”, el resto es solo la decoración que nos rodea. Cada vida es diferente, cada persona es diferente, cada situación es diferente, como líderes solo se nos pide ser empáticos, nadie nos exige vivir la vida de los demás, pero sí ponernos en sus zapatos.
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